lunes, 25 de julio de 2011

Encuentro.

No dejes que caiga tan fuerte en la pared de algún cuarto.

Enrosca tus brazos hasta que me alcancen por la espalda vuelta y media.

Cómeme la boca y el cuello y escupamos juntos el alcohol que nos bebimos.

Hirvamos hasta evaporarnos en un lienzo trazado por cuatro manos; en el beso de las bestias, las manos de Dios y la virgen; de Adán y Eva; en tu nombre y mi nombre que es siempre tuyo.

Déjame llevarte al umbral del templo vaciándote en besos de la frente a la boca; de la boca a tu cuello, a la boca de tu cuello; a tu pecho, a tu espíritu endemoniado, divinamente endemoniado; de tu pecho a tu hambre; de tu hambre a la mía.

Desgástame el alma, absórbele desde donde se convoca y te hace saber que vivo para morirme en tu cuerpo.

Lluéveme con el sudor de tu frente, gota a mi boca.

Nómbrame, tras el eco de los llantos, con voz de cuento.

A tu nombre a la tormenta, canción de dioses antiguos, le canto, te canto.

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